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miércoles, 30 de julio de 2008

Mujeres masoquistas


Es prudente y oportuno amigas queridas, tratar un tema que nunca hemos tocado ni con la punta del pensamiento en nuestra casita virtual. Me refiero enfáticamente a la palabra: “Masoquismo” y créanme, si de mujeres se trata, “ese señor” (el masoquismo), es el invitado especial en la vida de algunas chicas y no tan chicas, es el primero que entra a su casa y el último en salir.

Pero veamos: ¿Qué indica realmente ser una mujer masoquista? Indica un acto de experimentar placer a través del dolor (sea físico, mental, emocional, etc.), generado con ese propósito por la persona misma, o bien; ya sea que acepte ser golpeada por otra, deliberadamente para sentir placer y disfrutarlo.

Nada agradable pensarlo siquiera ¿verdad amigas? … ¡Dios me libre! –pensaríamos algunas-, pero desgraciadamente hay otras mujeres que sí refieren este tipo de “patología clínica” tan común hoy día, sobre todo cuando de vengarse se trata en cuestión de amores.

Mujeres hay que son maltratadas en sus hogares, el esposo las trata como “sirvientas”, sin día de descanso, como “chachas”, con labores sin horarios, o como “sexo-servidoras” obligadas, aguantan infinidad de groserías del cínico compañero abusador que las trata peor que a un perro (y que me perdonen los perros), pero ellas no hacen nada por evitarlo y tal pareciera que disfrutan su sufrimiento, sus lágrimas, sus dolores y su soledad.

Disfrutan sí; de contárselo a la amiga, a la vecina, a la hermana, a la mamá: “Me pega, me humilla, me coge a la fuerza, me dice que soy una tonta, que soy una bruta, que no sirva para nada, que ya no le sirvo ni para el sexo, no me da lo que necesito, ya no le importo, ya no me quiere, ya no me respeta, ya nada es igual que antes, etc.”. Disfrutan tanto sentirse mártires estas mujeres que en verdad ya no se sabe si realmente lo hacen por sentir heroísmo o masoquismo. Pero obviamente sabemos que una mujer que actúa así, algo le anda funcionando mal por allí en su cabecita, que convendría analizarlo.

Pero hay otro tipo de masoquismo todavía más evidente si nos fijamos tanto. Me refiero a la libre competencia de: “verme mejor que mi mejor amiga”. ¿Cuántas veces te has atrevido a ponerte una prenda de vestir que te hace sentir incómoda, con tal de lucir más despampanante y atractiva que la mujer de enseguida? Te sientes de la patada, todo te duele, todo te aprieta pero ¿y qué? Si por dentro te sientes feliz y triunfadora porque te ves más hermosa ¿cierto?, aunque al llegar a tu casa, caigas sobre la cama, como fardo abrumador, o como muñeca desinflada y toda despatolada por tanto sufrimiento.

Lo mismo pasa cuando te depilas las cejas o te tienes que depilar con cera el feo bigotito que nada tiene que hacer encima de tus labios, o esos horribles pelitos que te salen en la barbilla y que aunque te duelan un montón, te los tienes que sacar con las mismas pinzas de las cejas, que… ¡Por Dios, madre mía! Hasta roja te queda la piel con tanto jalón. Duele ¿verdad? Pero ay, qué bonita me voy a ver sin tantos pelos indiscretos en la cara. Ese es otro tipo de masoquismo. Se disfruta con el dolor infringido por pura vanidad y placer.

O bien; se las pongo más fácil y divertida aún: ¿Qué otra forma de masoquismo podemos encontrar?, mh; observemos lo que nos gusta que nuestra pareja nos haga: ¿Pequeños mordiscos en el cuello, en la pompa, en las bubis, en el ombligo o en la vagina? Son caricias que sin llegar al salvajismo, duelen, pero algunas mujeres las encuentran ricas y muy satisfactorias ¿eso no se llama masoquismo?

También el hombre incluso refiere a veces grados muy elevados de masoquismo, hagamos un experimento sencillo y verán:

Dénle un chupete atrás de la oreja, o en la nuca, o en el pecho, o en el vientre, o en el bajo vientre, o una apretadita con las manos en su miembro viril y verán que les duele pero segurito pedirán más… Vamos chicas, no me crean a mí, sólo porque yo se los digo…¡Investíguenlo!… ¡Compruébenlo ustedes mismas! Y verán que si de masoquismo se trata, no sólo las mujeres lo padecemos, sino que nadie está exento jamás de adquirirlo y padecerlo el resto de su vida, si no se tiene el cuidado y la precaución de atenderlo a tiempo.

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